sábado, 14 de noviembre de 2009

[Publico un par de mails que hemos intercambiado Miguel Martínez y yo en torno a cuestiones planteadas en clase al filo de la cuestión del arte público]

Estimado F. Castro,

En la clase de hoy, en torno a la pregunta por el arte público ha aparecido la siguiente tesis: los museos separan los objetos de arte de las circunstancias que sirven para interpretarlos; en este estado no es posible crear una comunidad a partir del arte. Es necesario un arte público que vincule la obra al contexto de manera que éste permita la interpretación de aquella. Un arte público que permita ser interpretado según su contexto fomenta la creación de la comunidad (la comunidad se crea, por tanto, en torno a un acto colectivo de intrepretación)

Dos cuestiones al respecto:

1) El museo es un dispositivo que si funciona en la dirección de la comunidad.
En la Historia de la sexualidad de Foucault, hay una premisa muy clara que recorre el mundo griego: la participación de uno en la comunidad, exige la práctica de un cuidado de si. Para tratar con los otros, antes hay que aprender a tratar con uno mismo. En término un poco maquiavélicos, para entrar en relaciones de dominio con los otros (y no sólo cabe hacer una valoración negativa del poder), es previo el control de uno mismo.

El lugar del museo es entonces claro: se trata de un dispositivo en el cual el sujeto puede construirse a sí mismo ejerciendo varios discursos. A la manera del diván, el museo es un lugar que permite la práctica de ciertos ordenes de control sobre sí. En el museo, el mecanismo más simple es, quizás, el imperativo de no tocar. El museo, antes que nada es, quizás, un dispositivo de control que exhibe objetos a la vez que dispone las medidas (que podrán ser introyectadas por el sujeto que entonces se convertirá en espectador) para que no sean tocados. Este fin de semana fui a ver la exposición de Klein en el CBA con algún compañero de clase que no pudo resistirse a meter la mano en la piscina de pigmento azul. Claro ejemplo de fallar a esta construcción de si mismo y por tanto de la comunida (sin embargo, gran goce a cambio de esta falta. Pocas cosas son tan placenteras como la salida del orden de la comunidad y del orden de sí)

Otras formas que permiten ejercitar el control son, evidentemente la contemplación de la obra y el esfuerzo o práctica de comprensión. Se trata de crear un autocontrol sobre cierta forma de logos. Los griegos, y más tarde los estoicos, ensayarán ciertas formas de subjetividad que permitirán este cuidado de sí: el diálogo platónico que hace aparecer la verdad, la escucha estoica ante el maestro (que enseña a escuchar un logos que uno después deberá escuchar en soledad), y la escritura. El museo, en este sentido, permite una variedad de prácticas que suponen cierto control sobre si articulado de diversas maneras. Todo esto puede ser visto como un ensayo, una preparación para la relación con los otros. El museo, por tanto, sí puede ser puesto en relación con la comunidad, no hace falta salir al arte público para buscar esta función.

2) En segundo lugar, ligar la obra a un contexto es, en realidad, una práctica que desarrolla todo menos el arte: El contexto sirve para crear una interpretación de la obra; en torno a ella, es posible reunir a una comunidad. La idea es entonces: la interpretación hace la comunidad. El contexto sirve como una clave intrepretativa para permitir la apropiación de la obra. Si esto se produce en términos de utilidad, entonces la obra no se diferencia de cualquier objeto doméstico. SI la apropiación se realiza, no como utilidad (como integración en la vida) sino como interpretación narrativa, como construcción de sentido, entonces, lo que avanza es la narración, esto es, la literatura. Por ningún lado vemos la obra; lo que avanza según este modelo de arte público no es el arte, sino, o bien la literatura, o bien la arquitectura más o menos funcional.

un saludo.
miguel

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Estimado Miguel,

tus reflexiones me parecen magníficas.
Tanto en este mail como en el que me mandaste anteriormente (en el que estaba la cuestión del ut pictura poiesis o de la ecfrasis) detecto una singular preocupación por las posibilidades de la imagen frente a su "conversión" en otra cosa (política, discurso, diseño y utilidades varias).
Será largo discutir estos temas porque en cierta medida pienso que lo que fracasa no es solo la interpretacion que hacemos y hago del arte sino los espacios en los que se muestra o aquellos a los que llega en una presunta "fuga". Esto es, ni el museo consigue generar discusión ni el arte público una comunidad a aquella que está adiestrada o disciplinada (por emplear términos foucaultianos) para no tocar, vale decir, para mantenerse formalmente (el modo en el que a la historia le ha interesado que se instale lo artístico) a distancia.
Pienso que estás, en tus comentarios acercándote a una cuestión que plantean tanto Susan Sontag (en "Contra la interpretación") cuanto George Steiner (en "Presencias reales"). ¿Qué papel le queda a la interpretación de la obra de arte si no quiere ser parte de la cultura epilogal? Se trata de intentar ir más allá de lo epigónico de la mera paráfrasis del arte que, en muchos casos, pasa de una actitud subalterna o suplementaria a tomar la posición de lo normativo. Esa impostura ha llevado a que la "interpretosis" sea generalizada, por ejemplo, en el mundo anglosajón a partir de su recepción del estructuralismo o, como a ellos les gusta decir, del postestructuralismo.
Bueno, la discusión o diálogo podría dilatarse muchísimo.
Lo que me gustaría saber es si te apetece que cuelgue tus comentarios del mail en el blog de la "asignatura". No he tenido aún ninguna colaboración de ningún alumno y pienso que tus consideraciones serían excelentes en ese "contexto".
un saludo cordial,

fernando castro.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

algunos libros sobre Adorno dignos de tener en cuenta:
Martin Jay: "La imaginación dialéctica. Una historia de la Escuela de Frankfurt", Ed. Taurus.
Martin Jay: "Adorno", Ed. Siglo XXI.
El capítulo que le dedica Terry Eagleton en "La ideología como estética", Ed. Trotta.
Marta Tafalla: "Theodor Adorno. Una filosofía de la memoria", Ed. Herder.
La impresionante biografía de Stefan Müller-Doohm: "En tierra de nadie. Theodor W. Adorno una biografía intelectual". Ed. Herder.
Eugene Lunn: "Marxismo y modernismo. Un estudio histórico de Lukács, Benjamin y Adorno", Ed. Fondo de Cultura Económica.
También merece la pena revisar la correspondencia entre Adorno y Benjamin publicada en la Editorial Trotta.