sábado, 31 de octubre de 2009

"Hegel tenía una madera de humorista sin precedentes en la historia de la filosofía, con la única excepción de Sócrates, que empleaba además un método similar. Hasta donde yo sé, tenía un defecto congénito que no lo abandonó hasta su muerte: parpadeaba continuamente sin llegar a ser consciente de ello, así como otros son víctimas de un irresistible baile de San Vito. Tenía tal sentido del humor que no podía imaginarse algo parecido al orden, por ejemplo, sin pensar en el desorden. Le resultaba evidente que el máximo desorden se sitúa en una proximidad inmediata al orden estricto. Impugnó que uno sea igual a uno, no sólo porque todo cuanto existe se transforma en irresistible e infatigablemente en otra cosa, incluso en su contrario, sino también proque nada es idéntico a sí mismo. Como a todo humorista, le interesaba averiguar sobre todo en qué se transformaban las cosas. Aún no he conocido a nadie carente de humor que haya entendido la diálectica de Hegel. Así mismo, la mejor escuela de dialéctica es la emigración. Los dialécticos más agudos son los refugiados. Son refugiados proque se han producido cambios y ellos solamente estudian los cambios. De los menores indicios deducen los máximos acontecimientos, siempre que tengan buen juicio. Cuando triunfan sus adversarios, ellos calculan cuánto ha costado la victoria y tienen buen ojo para las contradicciones. ¡Que viva la dialéctica!" (Bertold Brecht: "Diálogos de refugiados").

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